Cartas para Osvaldo


Hoy, un relato para pasar el rato.
Espero que os guste, a lo mejor encontráis alguna coincidencia 😉






Y entonces, lo supo, supo que jamás amaría de aquella forma a ninguna mujer. 
La sombra de Grace lo perseguiría hasta el día de su muerte.


Apenas había cerrado el libro y ya echaba de menos aquella historia, siempre le pasaba lo mismo con ese escritor, su ídolo.
Daría lo que fuera por poder conocerle, por charlar aunque fuesen cinco minutos con él. Porque le hablase en italiano.
Durante un rato se quedó allí, en la butaca de lectura, abrazando el libro como si así pudiese abrazar al mismísimo Osvaldo.
El silbido de la tetera la devolvió a la realidad, se levantó y dejó el libro en el estante donde guardaba todos los del autor.
Era como una especie de altar, con dos velas aromáticas incluidas.
Después de servirse el té rojo, Andrea decidió poner la televisión autonómica para desconectar un poco. Quedaban exactamente dos meses para la feria del libro de Oviedo.
El presentador del noticiario dio paso al encargado de la parte cultural. Andrea escuchó un nombre y su taza favorita, recuerdo de París, cayó al suelo haciéndose añicos.
- El escritor estrella de este año es el italiano Osvaldo Baldini- relató Mauricio, el reportero.
Osvaldo Baldini, Osvaldo Baldini, el nombre retumbó en sus oídos como el eco dentro de una cueva.
No sabía si estaba soñando o  si era real lo que acababa de escuchar. Tardó un buen rato en comprender que sí lo era.
Durante los días siguientes, Andrea se despertaba con un solo propósito, algo que no había contado a nadie.
Por las mañanas ordenaba la casa y luego, al volver del trabajo, se probaba un vestido tras otro, intentando encontrar el adecuado.
No quería pasar desapercibida ante Osvaldo, debía llamar su atención, no iba a dejar escapar aquella oportunidad.
Dejó de salir con sus amigas, apenas nadie la veía, exceptuando las horas como bibliotecaria. Pero allí, entre los libros y el silencio, podía entregarse por completo a su ensoñación.
El día amaneció espléndido, como si el universo conspirara para que fuese el mejor de su vida.
Apenas veinticuatro horas antes había decidido ponerse el vestido de rayas blancas y negras, con manga francesa, y sus zapatos de charol. Los labios, rojos.
Y allí estaba, preciosa, temblando, pero no le importaba.
Osvaldo Baldini derrochaba simpatía mientras los lectores aguardaban en la cola.
Cuando le llegó el turno, Andrea no pronunció palabra, con una sonrisa depósito ante él un sobre.
El escritor lo cogió y cuando quiso preguntar qué era aquello, la chica morena con un aire a Amelie, ya no estaba allí.
Andrea  corría, y sonreía, creía que el corazón le iba a salir volando del pecho mientras su cabeza le decía:
《 Ya está, ya lo has hecho 》.
Cuando Osvaldo, ya en el hotel, abrió el sobre, se encontró un manuscrito.
En la portada podía leerse:
《 Cartas para Osvaldo 》por Andrea Moreno.



María José

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