Noviembre dulce

Comienza noviembre, mi mes, el olvidado, el que a casi nadie le gusta. 
Hasta mi madre lo odiaba, a pesar de que yo, su primera hija, nací en noviembre. 
Seguramente porque todos lo asocian con la muerte, ya lo dice el refrán: Dichoso mes que empieza con todos los Santos y termina con San Andrés. 
Pero para mí noviembre es dulce, sabe a castañas, a calabaza, a mazapán, huele a canela. 
Noviembre anuncia la Navidad y nos hace recordar aún más a los que ya no están. Para que no olvidemos que la muerte forma parte de la misma vida. 
Para que no nos olvidemos de vivir, por nosotros y por ellos.
Nacer en noviembre es amar la lluvia, las hojas secas, las tardes rojas y amarillas, el suave vendaval, los besos en el pan.
Es volver a la infancia comiendo fritos de calabaza. 
Noviembre es para mí una palabra mágica que lleva N y M, V y B.
Noviembre es poesía, en el suelo, en el cielo, en el mar.
Cuando vuelve noviembre recuerdo a la niña que fui, ayudando a mi abuela a preparar los ramos para llevar al cementerio, junto a mis hermanas. 
El olor de los crisantemos, blancos, anaranjados, amarillos. 
Flores para mi padre.
Casi todos mis amigos por aquel entonces llevaban flores un uno de noviembre a sus abuelos, tíos abuelos o parientes lejanos, pero yo las llevaba a mi padre. 
Y durante esos días de difuntos, en casa de mi abuela, pensaba como hubiera sido nuestra vida si él no se hubiera ido tan pronto. 
Allí seguía vivo, en la bodega, todas sus herramientas de carpintero dormían como si le estuvieran esperando.
El olor de la madera es para mí el olor de un padre al que apenas conocí.
Y a pesar de todo me gusta noviembre y quizá por eso tenga yo esa melancolía que me acompaña siempre.
Quizá por eso mi madre cocinaba tanto dulce, porque precisamente para ella, la vida fue de todo menos dulce. Y sin embargo tenía tanto sentido del humor.
Quizá para poder seguir adelante.
Hace unos días escuchando la nueva canción de Rosa López me quedé con una frase que me pareció totalmente cierta: El silencio esconde las heridas y la risa la verdad.
Quizá por eso siempre tuve alma de payaso.
Quizá por eso escriba dulce, para llenar mis vacíos con un poco de azúcar.

María José








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