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Mostrando entradas de 2020

2021, devuélvenos los abrazos rotos

 2021, no sé cómo dirigirme a ti: Aún falta algo más de un mes para que te vayas, pero he decidido escribirte. El año pasado por estas fechas muchos ya deseábamos escribir la Navidad y prepararnos para el 2020. El que más y el que menos imaginaba que sería una década especial, unos nuevos locos años veinte. Y vaya si iban a ser locos, nunca imaginamos cuánto.  El año se nos ha ido volando sin haberlo vivido como quisiéramos, ha sido más efímero que nunca, porque nosotros hacemos planes y la vida se encarga de cambiarlos a su antojo. Y no nos queda otra que adaptarnos y continuar. La vida es cambio, siempre.  Por eso no sé cómo dirigirme a ti, lo único que te pudo decir es que a pesar de la incertidumbre que nos rodea, espero y deseo no dejar de soñar, ni de creer en la serendipia de la vida. Esa que tantas veces me visita, cuando menos lo espero. Espero no perder nunca  la empatía, algo que aprendí de mi abuela, una mujer fuerte que perdió dos hijos, un marido y una nieta. Y casi siemp

Algo pasa con Sesé

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 A estas alturas yo ya no sé quién soy, me han ocurrido tantas pequeñas cosas en el tiempo que he estado sin publicar, nada excepcional, bueno un poco quizá. Lo primero y más importante, he recuperado las palabras, no es que las hubiese perdido tan solo se me habían atascado. Nada mejor que ignorarlas para que ellas solitas vuelvan.  Este desastre tecnológico que soy tuvo problemas con su cuenta de gmail y a punto estuvo de perder el blog. Por eso ya había buscado un nombre nuevo: algo pasa con Sesé, ya sabéis que amo el cine y que es una de mis mayores inspiraciones. Apunto estuve también de participar en un rodaje en el mes de octubre pero ¿quién me mandará medir uno sesenta y poco? Otra vez será, no pierdo la esperanza. ¿Recordáis la carta a mi madre que publiqué por aquí? Cuando la escribí la envié a un programa de radio, pero no sabía que la habían leído, y que al hacerlo, gracias a la magia de las palabras, personas muy queridas me reencontraron. Uno nunca puede llegar a saber el

Antes de que se me olvide

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 El fantasma del olvido avanza implacable, el médico me lo ha confirmado. Por eso he decidido escribir, antes de que ya no recuerde nada. Antes de que esta maldita enfermedad silenciosa me lleve consigo. Juro que ahora mismo no recuerdo lo que he desayunado esta mañana y sin embargo, recuerdo perfectamente la casa de mi bisabuela Concha, será porque me he puesto a mirar las fotos de mi madre y en la caja, he encontrado su rosario. Aquel con el que acudía a misa todos los domingos y fiestas de guardar.  Qué curiosa la memoria, cómo juega a su antojo con nosotros.  Mientras escribo vuelvo a ser el Antonio niño, tímido, callado y observador. Quizá por eso recuerdo tantos detalles de aquel lugar que entonces me parecía mágico.  La casa era bastante grande, de piedra, con tejado de pizarra y majestuoso corredor, donde el maíz secaba colgado en riestras. Y yo, que quería ser pirata, me imaginaba que aquello eran panales de oro, brillando incesantes bajo el sol otoñal.  La bisabuela Concha ve

Tan lejos y tan cerca

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 Hoy es ocho de septiembre, día de Asturias, para los que somos de Puerto de Vega es el día de nuestra santina marinera, la virgen de la Atalaya.  Pero hoy nada será igual, por primera vez desde hace más de cien años no saldrá de su capilla en procesión. No escucharemos el salve estrella de los mares, en el lugar de costumbre, mientras un nudo nos oprime la garganta y los ojos se nos llenan de lágrimas. Recordando a los que ya no están.  Tampoco tomaremos el vermout en el campo de la Atalaya, ni se nos quemaran los hombros con el ardiente sol de final de verano. No miraremos por enésima vez en el libro de las fiestas qué orquesta amenizará la verbena en el parque.  No podremos acompañar mañana a nuestro marinero más veterano como se merece. Ni tomaremos el típico vino español después para luego acudir al parque y bailar en el tradicional baile de los casados, uno de mis momentos favoritos de las fiestas.  Tampoco habrá mañana disfraces por la tarde ni cucañas en el muelle. Nadie nos di

Prólogo para una historia

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 Seguramente nos ocurre lo mismo a todos los que nos dedicamos en mayor o menor medida a escribir, lo hacemos porque no nos queda otra.  Mientras vivimos la vida cotidiana las palabras desfilan por nuestra cabeza intentando salir. A veces llegan repentinamente, tanto que asusta, y otras sin embargo se vuelven esquivas, cuánto más las buscamos, más nos rehuyen ellas. Todo comienza con una idea, una fotografía en blanco y negro, un nombre de un antepasado, un recuerdo, una canción, cualquier estímulo que despierte una emoción. Porque escribir es emocionarse para después emocionar.  Sucede también que mientras intentamos construir una historia, otra puede estar escribiendose delante de nosotros sin darnos cuenta. Y en esas estoy últimamente.  Intento encajar las piezas del puzzle mental que me persigue hace tiempo, a todas horas, y que ojalá algún día pueda llegar a completar, y al mismo tiempo otro relato va tomando forma. Casi sin permiso, sin aviso, con vida propia.  No sé si llegará a

Otros veranos

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 Hoy llueve y yo respiro, entonces, escribo.  Y en este verano extraño que vivimos, me acuerdo... Me acuerdo del camino a la losera, nuestra cala, donde aprendí a nadar y lo que me costó. Íbamos cantando, siempre cantando.  Me acuerdo de las moras.  Me acuerdo de las sandalias de goma y del óxido en la hebilla cuando éstas ya tenían años. Me acuerdo de la camiseta de fanta, la cantimplora con nesquik, el flotador pinchado, la tormenta de verano y el baño bajo la lluvia.  Me acuerdo de la poza de los pulpos.  Me acuerdo de los juegos en el parque, de las pipas Facundo con eslogan incluido, de las pegatinas de V y del frigo pie. También del colaget.  Me acuerdo de la cinta en el casete, Rocío Dúrcal, Eros Ramazotti, Glenn Medeiros, New Kids on the block, Rick Astley.  Me acuerdo de Chanquete y de Pancho y de Julia.  Me acuerdo que entonces el verano era azul. Me acuerdo de la  llegada de septiembre y con él, el carrusel de Anselmo, el tiro  al blanco, los coches de choque, las fiestas. 

Cuando el prao de la jira se quedó dormido

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Este año mi pueblo, como tantos otros, se quedará sin fiestas por lo que todos sabemos.  No es la primera vez que la amenaza de no festejar quienes somos nos sobrevuela, y ahora un virus invisible ha conseguido que ocurra inevitablemente.  En los últimos días, que han sido de auténtico verano en Asturias, de camino a la playa he pasado al lado del prado donde se celebra la jira. Y me detuve a contemplar lo hermoso que está.  Para los que no sepáis que es la jira, sí, la escribimos con j, se trata de una auténtica fiesta de prao asturiana y es la encargada de poner el broche final a nuestras fiestas marineras. Se celebra el 10 de septiembre.  Ese día familias enteras salimos desde Puerto de Vega, vestidos de blanco y con pañoletas de colores, camino a la playa de frexulfe. Y allí pasamos el día entero, comiendo, cantando y bailando, para volver a la tarde todos juntos de nuevo al pueblo.  Pero este año no será posible, este año el prao se quedará dormido.  Mientras contemplaba la bellez

Sabor a la vida

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Hace unos días, mientras caminaba, iba pensando en esas mil cosas que me gustan que la escritora Sol Agirre nos anima a recopilar, para que no se nos pasen por alto. Para que nos motiven y tratemos de hacerlas, olerlas ( si son velas aromáticas, por ejemplo ) e incluso comerlas, si es el caso. Esa mañana hacía viento, bastante, algo muy habitual en el cantábrico, y entonces en medio del paseo me fijé en los maices mecidos sin compasión por el nordeste  y pensé en que era precioso y en cuánto me gusta el maíz.  No me pude resistir y tomé una foto 😊 Y tras ese pequeño gesto mi cabeza empezó a decirme que sería buena idea compartir alguna receta por aquí, pues cocinar es una de esas mil cosas que me gustan.  Cuando no escribo cocino y viceversa.  Así que hoy os traigo una pequeña receta. Se trata de la salsa de luxe, que suele acompañar a las patatas gajo, también llamada salsa tártara.  He de reconocer que hasta hace casi tres años no la había probado, aunque parezca increíble, pero a m

Buscando la alegría

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Cómo me gustaría hoy empezar esta publicación afirmando que durante los últimos quince días he escrito mucho, pero no ha sido así. Eso sería mentir, y la mentira no va conmigo. Será porque soy agua y como dice Manuel Vilas en su libro,  Alegría , donde hay agua sigue habiendo naturaleza, sigue habiendo verdad. Donde hay agua no puede haber mentira. Así lo piensa él y yo lo comparto. Quince días en la vida no son en principio mucho tiempo, y sin embargo, pueden pasar tantas cosas aparentemente pequeñas. Lo que más he hecho en estos días ha sido vivir, nada menos. Y buscar sin descanso la alegría. Será porque estoy leyendo el libro de Vilas y me identifico tanto con sus pensamientos. La alegría nos acompaña todos los días, de distintas formas, solamente tenemos que mirar con el corazón. Está presente en la belleza cotidiana. La veo todas las tardes cuando mi gato duerme la siesta. La veo cada vez que salgo a caminar por mi pequeño puerto. La h

Cartas para Osvaldo

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Hoy, un relato para pasar el rato. Espero que os guste, a lo mejor encontráis alguna coincidencia 😉 Y entonces, lo supo, supo que jamás amaría de aquella forma a ninguna mujer.  La sombra de Grace lo perseguiría hasta el día de su muerte. Apenas había cerrado el libro y ya echaba de menos aquella historia, siempre le pasaba lo mismo con ese escritor, su ídolo. Daría lo que fuera por poder conocerle, por charlar aunque fuesen cinco minutos con él. Porque le hablase en italiano. Durante un rato se quedó allí, en la butaca de lectura, abrazando el libro como si así pudiese abrazar al mismísimo Osvaldo. El silbido de la tetera la devolvió a la realidad, se levantó y dejó el libro en el estante donde guardaba todos los del autor. Era como una especie de altar, con dos velas aromáticas incluidas. Después de servirse el té rojo, Andrea decidió poner la televisión autonómica para desconectar un poco. Quedaban exactamente dos meses para la feria del libro de Oviedo. El pre

Volver a empezar

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Martes, 2 de junio de 2020. Hoy es martes, sí, no es que me haya equivocado pensando que era viernes, simplemente he decidido pasar por aquí los martes. Creo que en alguna ocasión ya os comenté que no me solían gustar los martes, pero que desde hace un tiempo éstos, casi siempre me traen buenas noticias. Quizá sea porque uno de mis planetas regentes es Marte. El guerrero.  Tal vez de ahí viene toda mi energía en los momentos de bajón, esos que a todos nos invaden alguna vez. Las dos últimas semanas han sido como volver a la vida, como volver a empezar.  Como comenzar a escribir en un cuaderno nuevo. A los que les gusten los cuadernos tanto como a mí, sabrán de lo que hablo. Intentas escribir con tu mejor letra, sin equivocaciones, para no tener que borrar demasiadas veces y así estropear las hojas. ¿ A qué lo vais comprendiendo? Pues igual con la vida, como si la estrenaras, y no quisieras cometer los mismos errores.  Ni tropezar con la misma piedra. Como si

Tengo tantas ganas...

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Tengo tantas ganas de tener ganas. No es que las haya perdido del todo, pero este confinamiento es lo que tiene. Unos días no me alcanzan las horas para lograr mis objetivos y otros, las horas pasan sin darme cuenta, entre la pereza y la desidia. Hoy, quince de mayo, día de San Isidro, según el refrán, San Isidro labrador quita el agua y pone el sol, siento que poco a poco me vuelven las ganas. Ojalá sea verdad porque parece que el invierno ha vuelto a Asturias, y necesitamos ver el sol más que nunca, lo digo yo, que soy un alma de otoño. Necesitamos de su luz y energía para afrontar esta nueva realidad que nos ha tocado vivir. Hoy por fin he sido capaz de ponerme a escribir por aquí, hasta ahora no había podido. Y sin embargo lo echaba tanto de menos. Ya sabéis que escribir me da la vida, siempre, en todo momento. Da igual si me lee una sola persona o unas cuantas porque en estos tiempos de《 me gustas 》ficticios, a mí lo que me gusta es que sean reales, no que sean much

Carta a mi madre, en estos días grises.

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Querida mamá: En estos días grises pienso mucho en ti, y en lo que harías si estuvieras aquí. No salir de casa sería lo de menos porque tú eras feliz en ella, aunque cuando salías cabía la posibilidad de que no regraras hasta el anochecer. A veces, cuando estoy tendiendo la ropa, todavía me parece escucharte al volver de la compra, tarde, mal y nunca.  Así eras tú. Me llamabas  " Maria " o " Jose " sin tilde, al acercarte a la ventana. Hasta puedo verte a través del tendal, tan guapa como te habías puesto al perder unos kilos de más, antes de que la enfermedad mostrara su verdadera cara y aquello se convirtiese en unos kilos de menos. En estos días grises me veo como tú, pensando en encender una vela a la virgen de Fátima, ojalá eso sirviera, aunque yo no podría vivir sin mi fe. Para mí la fe es como la poesía, o te gusta o no. En el caso de la fe, o la tienes o no la tienes. Así de sencillo. Querida mamá, en estos días grises quizá sea mejor que no

Una tarde de invierno

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 A estas alturas ya es oficial, medio mundo está paralizado por el corona virus y aún no sabemos en qué acabará.   Y eso me hace pensar en lo pequeños y frágiles que somos, ante la enfermedad no existe distinción. Todos somos iguales. Aunque tantas veces se nos olvida y nos creemos invencibles, cargados de egos y orgullo, intentando destacar, ser el más guapo, el más listo, el que más éxito tiene. Hasta que algo así nos devuelve los pies a la tierra. Casualmente yo también tuve que parar hace unos días debido a mis contracturas musculares. Eso me ha llevado a leer más, no hay mal que por bien no venga. En una semana comienza la primavera y a mí la primavera siempre me huele a libros y a flores. Y a ilusión. Ojalá esta traiga mejores augurios. Para despedir el invierno os comparto este pequeño relato que me salió de un tirón mientras leía un precioso cuento de Ana María Matute, Sólo un pie descalzo.  Fue leer una frase y traer a mi memoria aquellas tardes de invierno en casa, d

La vida, ese gran carnaval

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Febrero, el mes más efímero, a pesar de que este año tenga un día extra, se va tan pronto como llegó. Con los últimos coletazos del carnaval. Mi relación con él es una especie de amor- odio, será quizá porque a mi madre tampoco le gustaba, aunque sí que le encantaba disfrazarse. Y no digamos cocinar dulce en esos días, todos los postres típicos de la época acaban haciendo acto de presencia en mi casa. Los frixuelos, el perico y hasta las orejas de carnaval.  Si ella supiera que se iba a marchar un martes de febrero, un martes de carnaval.  Estos últimos quince días no han sido precisamente alegres para mí porque desde hace cinco años estas fechas van ligadas a su partida. Pero así es la vida, una tragicomedia, un carnaval en el que todos en mayor o menor medida nos ponemos nuestras máscaras.  Siempre me quedarán los recuerdos de tantas risas vividas cuando se disfrazada y acababan descubriendo que era ella. Ningún disfraz podía hacer que no la reconociesen porque sus gestos,

Más pequeña era mi casa

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Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla, decía Machado, la mía lo son de un patio muy pequeño. Donde jugaba y soñaba. Donde las gallinas paseaban a sus anchas.  Y si el patio era pequeño más pequeña era mi casa.  Unas pequeñas escaleras conducían a la entrada, a la derecha la cocina, a la izquierda la habitación más grande. En el centro del pasillo un baño diminuto, sin ducha ni bañera. Y otras pequeñas escaleras de madera subían al piso de arriba, a la izquierda de estas un desván oculto tras una puerta en la pared empapelada al estilo  años ochenta. En un descansillo había una cama y creo recordar que otro pequeño hueco se ocultaba en esa pared.  Por último al lado estaba la habitación donde dormía con mi hermana mediana. Abuardillada, con una ventana a la que podías asomarte si te subias a la cama.  Verdaderamente aquella habitación era perfecta para dejar volar la imaginación.  Todos conocían la casa como el molino, porque allí existió uno muchos años atrá

Carta a la niña que fui

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Querida María José: Aunque ahora te pueda parecer imposible, un día verás tu nombre en un libro, como autora. Sí, has leído bien.   Recibirás mucho cariño de muy distintas personas a las que tus palabras habrán emocionado y llegado al corazón. Y serás inmensamente feliz. Porque te diré que en ti, vive una escritora dormida, esperando su momento. Ahora eres una niña que ya ama las palabras y las historias. Una niña que dibuja sin parar y pone el nombre a todos sus libros de cuentos. ¿ Será eso quizá una señal ? Y a la que le gusta Gloria Fuertes, ella te servirá de inspiración. Cuando todas esas historias que ahora vives y escuchas vuelvan a ti, no podrás vivir sin escribir. Antes de eso trabajaras duro, pero para ti la vida nunca ha sido fácil por lo que estarás sobradamente preparada. Y te darás cuenta de lo fuerte que eres, a pesar de que ahora te veas tan poca cosa. Con esa timidez tuya encubierta tras cada payasada. Sé que te encantan las películas de Fred Astaire y

De donde vengo

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Hoy, como tantas otras veces, las palabras me llevan al lugar de donde vengo. Un  pequeño puerto de mar, un lugar para soñar. Si no lo conoces te invito a venir y estoy segura que volverás. Puerto de Vega es mi puerto, el lugar donde quiero atracar. De donde vengo  De donde vengo diré que huele a mar que sabe a sal. Que si un día vienes querrás regresar. De donde vengo diré que de pequeño, es grande a la vez. Que en las noches de verano siempre oirás cantar viejas canciones de mar. De donde vengo diré qué suerte tener un puerto al cual volver. María José

Ya vienen los Reyes

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Tú, que me estás leyendo, si como yo fuiste niño en los años ochenta sabrás de qué te voy a hablar. Con toda seguridad en estos días te sorprenderas a ti mismo tarareando aquello de: Las muñecas de famosa se dirigen al portal... ¡ Qué tiempos aquellos, cuántas ilusiones ! La noche más mágica del año se acerca, la noche de Reyes.  Hoy los niños se vuelven locos con el catálogo de juguetes de algún gran almacén, marcando sin parar lo que quieren pedir a sus majestades.  Pero yo, al igual que todos los que fuimos niños por aquél entonces en Puerto de Vega, tuvimos tanta suerte. Fuimos tan afortunados. Estos días anteriores al seis de enero eran absolutamente inolvidables.  Os diré por qué.  Por aquél entonces había en mi pueblo una muebleria, aún existe, que también era juguetería. Y todos los niños encargabamos allí nuestros regalos. Después sin saber cómo, los Reyes Magos pasaban por allí en busca de todo lo que les habíamos pedido. Y a la mañana siguiente nos encontr